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El Lagarto moteado tiene un aspecto duro y peculiar. Su principal característica es la piel, cubierta de escamas pequeñas, separadas, que alternan el negro con el naranja o amarillo. Su morfología es alargada y cilíndrica, y posee una cola alargada (que es un almacén de grasa y, por tanto, de energía); las extremidades son cortas y recias, con potentes garras. No existe dimorfismo sexual en esta especie, aunque los machos son ligeramente más grandes que las hembras. Puede alcanzar los 90 centímetros de longitud. Los siglos no pasan por él, por eso se le considera un fósil viviente (como al Monstruo de Gila). En cuanto a las glándulas de veneno, éstas se hallan ubicadas en los labios inferiores (la mandíbula superior no produce tóxicos): desde ahí, la sustancia se transfiere a los dientes, saliendo al exterior por unos surcos. La mordedura de un Lagarto moteado es muy dolorosa, dado que no puede liberar la toxina en grandes cantidades, y tiene que conseguir inocular el veneno en la sangre de la víctima por medio de una herida. Puede ser mortal, pero raramente. Antes de morder emite un sonido, una especie de silbido, a modo de advertencia (de hecho, utiliza el veneno como arma defensiva, principalmente).
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Los lagartos moteados se nutren de pequeños mamíferos, aves, lagartijas, ranas, insectos y huevos de aves y reptiles.
Ovíparos, su época de reproducción tiene lugar entre febrero y marzo. Las hembras ponen entre cuatro y 12 huevos que entierran a unos 13 centímetros de profundidad. El período de incubación dura cuatro o cinco meses. Los bebés lagarto producen veneno nada más nacer.