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Nativo de Australia oriental, este reptil escamoso se mueve por las orillas de los ríos y nada con frecuencia, aunque el refugio lo tiene en las copas de los árboles. Es una especie semi-arborícola. De hecho, sus largas extremidades poseen garras con las que trepan estupendamente.
Presenta crestas vertebrales, desde la nuca y a lo largo de la columna, que se empequeñecen a medida que se van acercando a la cola, comprimida lateralmente para mejorar su natación. Los machos muestran una coloración más viva y una cabeza de mayor tamaño que las hembras; son territoriales y se muestran agresivos con otros ejemplares (cuando se encuentran en zonas donde la población es más densa, claro). Una de las características del Dragón de agua australiano es su cola, que representa alrededor de dos tercios de su longitud total. Las hembras crecen hasta los 60 centímetros de largo, mientras que los machos pueden superar el metro.
Tienen capacidad para nadar, totalmente sumergidos, en el fondo de arroyos y lagos de escasa profundidad; allí pueden permanecer hasta 90 minutos, lo que les viene muy bien para defenderse de potenciales depredadores (serpientes, gatos, perros y zorros).
La alimentación del Dragón de agua australiano es omnívora e incluye insectos, ranas, langostas de río, frutas y bayas.
Hibernan durante el invierno. Durante la primavera comienza la época de la reproducción, que arranca con la hembra excavando una madriguera bastante profunda (de 10 a 15 metros). Es entonces cuando sucede la puesta, de entre seis y 18 huevos cuya temperatura va a determinar el sexo de las crías. Antes de hacerse independientes y salir al mundo, los bebés permanecen un tiempo en la puerta del nido.