¡Solo por tiempo limitado! Descubre cómo conseguirlo aquí
El León Marino Californiano macho es considerablemente más pesado que la hembra (puede alcanzar los 275 kilogramos, frente a los 90 de ellas). La diferencia entre los sexos es notable: él es más corpulento y supera los dos metros de longitud. Se le suele confundir con la foca (familia de los fócidos), de la que el León marino se distingue fundamentalmente por disponer de orejas. Este rasgo morfológico es lo que da nombre a su familia, la de los otáridos: palabra que deriva del griego otarion, cuyo significado es “orejas pequeñas”. A diferencia de la foca, el León marino puede girar las extremidades posteriores hacia adelante, con lo cual se desplaza relativamente bien por tierra. A la hora de nadar utiliza sus patas delanteras a modo de aletas. Entre sus principales características cabe destacar la vista, muy aguda en el agua; no así en la superficie, donde su capacidad visual se limita a la captación de contornos y movimientos rápidos, fácilmente perceptibles. El color de su piel varía: casi negro cuando está mojado, al secarse adquiere un tono pardo amarillento (cuando descansa, cosa que ocurre la mayor parte del tiempo, se percibe muy bien). Los leones marinos son conocidos por su inteligencia y capacidad para el juego y la comunicación (su ruidoso ladrido es prueba de ello). Entre sus enemigos naturales están las orcas, los tiburones… Y el hombre. Fueron muy explotados durante el siglo XIX, época en la que su grasa y su carne era codiciada.
La alimentación del León marino californiano se conforma de calamares, pulpos y peces.
Las colonias de cría que se agrupan a lo largo de la costa, en la época de reproducción, son espectaculares. Los machos se vuelven agresivos y tratan de reunir el mayor número de hembras, formando harenes grandes de 20 y 30 ejemplares que defenderán acaloradamente. Con frecuencia los territorios comprenden parcelas submarinas que marcan, también, mediante sonidos bajo el agua. Tras los alumbramientos se sucede el celo y la cópula: la hembra adopta posturas sumisas para incitar al macho en el entorno de aguas poco profundas. Aunque la fertilización real no ocurre hasta pasados un par de meses, en un fenómeno conocido como implantación diferida. La hembra da a luz a un cachorro de unos seis kilogramos al que amamanta durante un año, aproximadamente. En este tiempo, permanece en las áreas de reproducción, mientras que el macho marcha al norte. Las madres cuidan de las crías de seis a 12 meses (en el caso de la subespecie de los Galápagos, 10 o 12 meses).